domingo, 17 de agosto de 2014

Post 34: Miedo, angustia y colaboración



Paolo Virno, siempre lúcido, en su "Gramática de la multitud" retoma la distinción entre miedo y angustia señalada por Heidegger en el Ser y el tiempo, libro que por supuesto no hemos leído. El miedo, dice Virno, está referido a un hecho bien preciso, visible, reconocible. Miedo a un alud (en los Alpes); miedo a un terremoto (en Chile); miedo a perder el trabajo (en todo el mundo) decimos nosotros. "La angustia, en cambio, no tiene una causa desencadenante precisa (...) la angustia es provocada por la simple exposición al mundo, por la incertidumbre y la indecisión que caracteriza nuestra relación con él. El miedo es siempre circunscrito y nombrable, la angustia es omniabarcativa, no está concectada a ninguna ocasión particular, puede sobrevenir en cualquier momento o por oleadas"

Para Virno, sin embargo, esta distinción es válida allí donde (todavía)  existen  "comunidades sustanciales"  que sostienen la experiencia colectiva. "Un lecho constituido por usos y costumbres repetitivas y por eso confortables" o , en palabras de Bauman, "un lugar «cálido», un lugar acogedor y confortable. Es como un tejado bajo el que cobijarse cuando llueve mucho, como una fogata ante la que calentar nuestras manos en un día helado". Aquí el miedo se localiza dentro de la comunidad "en sus formas de vida y comunicación". La angustia hace su aparición en aquellos que se alejan de la comunidad de pertenencia (un pueblo, una familia, un país, un espacio de trabajo) "de los hábitos compartidos, de los juegos lingüísticos sabidos por todos, internándose en el vasto mundo". En la Edad Media europea la angustia aparecía extramuros de la ciudad, cuando las puertas del castillo se cerraban y el siervo debía pasar la noche  fuera perdiendo el resguardo de los muros y sus habitantes. Fuera de la comunidad, el peligro está en todas partes, impredecible, constante, angustioso en definitiva. 

Virno señala que, en la actualidad, debido a los cambios en la formas de vida contemporánea, "la línea divisoria entre miedo y angustia, entre temor absoluto y temor relativo es precisamente aquello que se ha desdibujado". Ya no se puede hablar de comunidades sustancialesya no hay una separación clara y precisa entre un exterior y un interior social.  Entre un adentro habitual y un afuera ignoto y hostil. Los seres humanos, como efecto del paso a un capitalismo desregulado y salvaje que estimula que los principios del mercado impregnen todos los aspectos de la vida, estamos expuestos permanentemente a lo insólito y a lo imprevisto;  a las inseguridades y a los riesgos; al miedo y a la angustia. Cotidianamente nos enfrentamos a una realidad en permanente cambio, en una constante obsolescencia de sujetos y objetos. Miedo y angustia se superponen. "Cuando pierdo el trabajo debo afrontar un peligro bien definido, que suscita un temor específico pero,  al mismo tiempo, este peligro factual se vuelve inmediatamente una angustia indeterminada, se confunde con una desorientación más general con respecto al mundo, se disuelve en la inseguridad absoluta".  Si las comunidades sustanciales mediaban la relación  con el mundo "su disolución expone ese vínculo a plena luz: la pérdida del puesto de trabajo, la innovación que cambia todo el tiempo las características de las tareas laborales y la soledad metropolitana provocan hoy muchos comportamientos que hasta hace poco estaban asociados a los terrores que advenían cuando se estaba fuera de los muros de la ciudad"

Esta superposición de miedo y angustia afecta  las formas habituales de hacerles  frente: el miedo, es un sentimiento público que afecta a muchos miembros de la comunidad y se contrarresta con el apoyo altruista. La angustia en tanto sentimiento privado elude la esfera pública y  atañe únicamente  a la interioridad del individuo. "Esta forma de pensar la cuestión, continúa Virno (...) se vuelve hoy poco razonable. En cierto modo había que invertir los términos: Hoy todas las formas de vida experimentan ese <no sentirse en la propia casa> que según Heidegger, está en el origen de la angustia. En este momento no hay nada más compartido y común que <no sentirse en la propia casa>. El sentimiento en el cual convergen miedo angustia es en estos momentos un asunto de muchos"

La "multitud" contemporánea, amplia,  heterogénea y globalizada a diferencia del "pueblo", limitado a los espacios estatales, restringido y único,  muestra formas distintas de hacerse cargo de esta superposición de miedo y angustia. "El pueblo es uno porque la comunidad sustancial coopera para atenuar o sedar lo miedos que provienen de las peligros circunscritos. La multitud en cambio, se mancomuna-se pone en común-por el riesgo que deriva de <no sentirse en la propia casa> de la exposición absoluta al mundo".

La colaboración puede ser un remedio contra el pánico que generan las formas de vida contemporáneas: contra el miedo y la angustia fusionadas. No tenemos comunidades sustanciales a las que aferrarnos; la impermanencia, ancestral descripción budista de la vida, se nos hace presente con toda su  desnudez y verdad. Pero podemos crear "lugares comunes" espacios donde suspendemos parte de nuestras diferencias narcisistas para compartir lo común. Lugares para siempre frágiles, vulnerables e inciertos pero que constituyen nuestra única posibilidad de supervivencia en medio de tanta precariedad vital. En los lugares comunes que construimos, lugares del lenguaje, del diálogo, está la oportunidad, la última, mancomunándonos, de seguir existiendo en el "vasto mundo".

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